martes, 14 de abril de 2009

You Know What Sweet Mean

Recién me había sentado cuando me tuve que parar. Es tan fácil mantenerse erecto cuando la silla te espera… Es como caminar por una línea pintada de rojo y no correrse ni un milímetro, pero si un día llegase a desaparecer todo lo que la rodea, nuestros pies sentirían una insólita atracción hacia el vacío. Entonces caeríamos.
Pero si caer fuese todo… Si en la caída encontrásemos un destino…
Pero no, uno cae y vuelve a levantarse y busca desesperadamente una nueva línea roja, y espera hasta que la encuentra. La gasta con sus suelas. Ampolla sus pies. Y otra vez la espera. Y cuando uno logra borrar de su memoria los miedos, la tierra comienza a tragarse a sí misma, quedando nuevamente la delgada línea roja y tu culo lleno de preguntas. Pero esta vez saltás. No pensabas caer por segunda vez. Entonces saltás y disfrutás del viento hasta que el viento desaparece, el cielo se esfuma y solo queda tu cara sumergida en un barro carmesí.
¿Cuánta sangre estás dispuesto a confundir con la tierra? ¿Cuanta gente merece disfrutar de tu espectáculo?
Basta. Y te refugías en sus pezones, y los rozas con tu lengua hasta convertirlos en roca mientras tu saliva marca un surco por su panza, atravesando pelos recién cortados y llegando a la frutilla del postre, la que separás suavemente, la que abrís en busca de un rojo intenso, explorándola, absorviéndola, dejándola resbalosa, penetrable.
Pero no, tu pene vuelve a desobedecerte y se entierra en otro camino, abriéndose paso a la fuerza, casi desgarrando, demostrando que tu mente sigue siendo tan débil como tus elecciones. A ella le gusta, lo disfruta hasta el hartazgo. Sus dedos ocupan los lugares que decidiste abandonar, y todas las formas terminan perdiéndose. Tu cabeza estalla, pero ella siempre acaba.
Otra delgada línea roja que confundís con su sexo y volvés.
Podrías pasarte una vida caminando, manteniéndote en un equilibrio sin riesgos, pero te das cuenta que nada en tu vida tuvo tanto sentido como aquella vez que te sentiste volar.
Entonces recordás que los gatos tienen siete vidas, y nosotros setenta. Que ninguna tierra es tan dura y que nuestra sangre sale solo por ser claustrofóbica.
¿Que si la vida es solo caer? Por supuesto que no, pero es esencial aprender a hacerlo.
¿Que hay muchos que caen durante toda su vida? Tal vez, pero seguro que su camino fue mucho mas interesante que una simple línea con bordes.
¿Que hay gente que aprende a volar? Sí, pero para poder intentarlo, primero deberás vencer tu propio miedo a las alturas.
La vida no es una cuestión de equilibrio, solo de congruencia.
¿Pasillo o ventanilla?

3 comentarios:

  1. muy bueno...confieso que algunos parrafos tuve y tengo que releer...pero me gusto mucho...
    increible tu descripcion de la escena de sexo...senti la humedad de la saliva alli, en el primer momento de gloria...
    no entendi el final..volvere varias veces sobre mis pasos...suelo caerme bastante...pero me levanto,sea como sea...y siempre,siempre,siempre,trato de volar...sin levantar vuelo, la vida para que?
    besos, y mis respetos!

    ResponderEliminar
  2. Es una obviedad, pero sin saltar es imposible intentar volar.
    Desde la cabeza hasta el placer del cuerpo, si no se vuela, casi que ni tiene sentido vivirlo.
    Me gusto mucho este post con tanta carga de sangre y sensualidad.
    Beso.
    (te sigo aca too)

    ResponderEliminar